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Un desagravio, un fraude y un faenón.

La especie taurina, los que viven del furo, son muy proclives al agravio contra todo aquel que ose contravenir su ley triunfalista. Sin embargo, miran para otro lado cuando el toro queda relegado a un papel residual, secundario, incluso denigrante.

El otro día ya lanzamos una alegato en favor del salvaguarda del rigor, Don Francisco Bentué, presidente de la plaza de toros de Zaragoza. Y volveremos a hacerlo cuantas veces sean necesarias. Porque aceptando que ayer pudo equivocarse con la segunda oreja de Talavante, el ataque furibundo que recibió fue asqueroso, injusto y malintencionado. Las más feroces acometidas verbales llegaron de aquellos que minutos antes habían silenciado un auténtico fraude. Porque la corrida que trajeron los coletas debajo del brazo fue una birria. Un insulto a la plaza maña. Con olor a after shave. Una escalera. Novillos, caballos, zambombos, mutilados. De todo. Para mal. Un fraude.

Desde mi humilde posición de abonado, ayer, y toda la feria, he sentido orgullo del palco presidencial. De su conducta, y de su capacidad de aguante. No debe ser nada fácil soportar tanta presión con la única recompensa de conservar el prestigio y el rigor de la Misericordia. Porque me temo que la batalla matinal, la del reconocimiento veterinario, es una contienda perdida. Ganada por las presiones insufribles de la especie taurina (los que viven del furo). Y es por la tarde el único momento cuando el presidente puede proceder con absoluta libertad, más allá de presiones sonoras. 


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Y entre el fraude, y el agravio, apareció Alejandro Talavante, y un magnífico toro de Domingo Hernández - el único toro con trapío digno de Zaragoza a pesar de su sospechoso pitón izquierdo - capaz de acometer a la muleta con el hocico surcando la arena durante cinco o seis trancos en una trayectoria curva. Cuestionando las leyes de la física. Impresionante. Y para templar, dominar y vaciar ese torrente de bravura surgió el mejor Talavante de la temporada. Superior. El epílogo de la faena fue sublime, rubricado con una estocada que fue un órdago al espectro de la guadaña. La espada quedó demasiado tendida y se hizo necesario descabellar. Y entonces, el incendio contra el palco, la firmeza estoica de Bentué y los sapos por la boca de muchos.

López Simón apenas pudo demostrar su sitio con tres toros descastados y afligidos. El terreno que pisa. Aquel donde los toros se afligen o embisten. Donde te pueden partir. Pero apenas hubo oponente. Lástima su elección y que no hubiera sorteo.


3 comentarios:

invitado08 dijo...

Un "win-win" en toda regla te has marcado: si aprueba toros indignos es culpa de los toreros y la "presión"; que no da una oreja lo defiendo ante los ataques que recibe.

Fue faena de dos orejas? Sí.

El no conceder la segunda trae como consecuencia defender el rigor y prestigio de la Misericordia? No. Un error nunca puede ser causa de rigor y prestigio.

El toreo es un arte? Sí, eso dicen. Cómo se valora ese arte? Con la concesión de diversos premios. Escatimar un premio justificado a un "artista", ante una faena como la de ayer, es dar rigor a algo?. No.

Hay algo que justificase la no concesión de la segunda oreja (más allá de que le dé esa posibilidad el reglamento)? No.

Se dice y no pasa nada: el presidente estuvo mal de 12 a 8 de la tarde. Mal no. Rematadamente mal.

Cuando un presidente es el protagonista de una tarde, como la de ayer, salvo rara excepción, es que lo ha hecho mal. Rematadamente mal.

Anónimo dijo...

Muy bien escrito, ya estamos hartos de imposiciones de las figuras allá por donde pisan. Estoy con el presidente. Y todos esos taurinillos de pega repeinados con chaquetas bordadas de banderas de España con toros más grandes que la propia chaqueta, a ver dónde están otros días para denunciar las trampas y la tiranía de los "mandamases". Yo, desde luego, no los espero. Un saludo

eltorodelajota dijo...

invitado08,

partiendo de la base de que yo le hubiera dado la segunda oreja, puedo llegar a entender al presidente, y por eso le defiendo.

Razones sobre las que argumentar la no concesión las hay. Al menos dos:

1) La espada estaba tendidíiiisima, razón por la cual hubo de descabellar.
2) La faena adoleció de toreo al natural. Ni una tanda buena. Y a tenor de las cualidades del toro, parece razonable pensar que había posibilidades por ese pitón.

Que el presidente fuera el protagonista de la tarde no le convierte en villano. En la tarde de Padilla también lo fue y para mí, y para otros muchos con los que he hablado, estuvo perfecto. Sino cambiemos el reglamento y demos la potestad absoluta al público.

Por la mañana nunca sabremos qué pasó. Como no hay transparencia. Solís en el Heraldo sugiere que hubo presiones. Aunque la empresa lo niega.

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