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LA TARDE EN LA QUE TODO FUE AL REVÉS. Corrida Concurso de Bilbao. (Por Cincinato)

Cincinato, asiduo visitante de este blog, y aficionado de Bilbao, ha tenido a bien enviarnos sus impresiones de lo ocurrido en la encerrona, corrida concurso, de Iván Fandiño. Esta es su crónica de lo sucedido:


LA TARDE EN LA QUE TODO FUE AL REVÉS

Ayer se celebró en Vista Alegre la primera de las dos corridas conmemorativas de la nueva plaza de Bilbao, que sustituía a la anterior, de madera, quemada después de una novillada que tuvo como protagonista a El Cordobés.

Se anunciaba una corrida concurso para un único espada. Y en una tarde en la que todo salió al revés, ni vimos un único espada, ni hubo tal concurso.

Lo primero ya lo barruntábamos cuando íbamos Iparraguirre arriba camino de la plaza: si; solo se anuncia a Fandiño. Pero ¿acaso no hay varios Fandiños? El que esto escribe recordaba al menos tres Fandiños distintos: el insensato arrojado que derramaba su valor a oleadas en gestos como aquella entrada a matar sin muleta, el del cite clásico con la suerte bien cargada que se metió en el bolsillo al sector más duro de Las Ventas, y al Fandiño algo más establecido que empezaba a retrasar la pierna y a perder –antes de tiempo, a nuestro juicio- la especificidad que le aupó a candidato a contrapeso de las llamadas figuras.

¿A cuál de los tres veríamos? ¿O acaso a los tres? Incluso, ya sentados en los cómodos asientos de Vista Alegre llegamos a recordar a un cuarto Fandiño: el justo de técnica al que a veces algún toro ha llegado a desbordar.

Pues vimos varios de esos Fandiños. Aunque puestos a destacar a alguno creo que prevaleció el Fandiño conformista. Le falto empuje al de Orduña. Como si el gesto culminara con el anuncio y ya estuviera hecho al finalizar el paseíllo en solitario.

Porque el gesto, por más que nos pese como paisanos, culminó ahí.

Claro que tiene que ser difícil darlo todo cuando uno se encuentra que en “su” plaza, ante “su” gente, se registra una entrada que recordaba al deprimente aspecto que ofrece el coso bilbaíno en las novilladas que se ofrecen con cuentagotas. Tema que merece una reflexión sobre el estado real de la afición de Bilbao, tan encantada ella de haberse conocido.

Lo cierto es que ya fuera por eso o por otra cosa, Fandiño apenas consiguió salir del paso con una cierta dignidad. Nada más que eso. Estuvo por debajo del toro bueno (La Quinta). No supo lidiar a los toros complicados pero toreables (Partido de la Resina y Torrestrella). Se equivocó con el interesante ejemplar de Alcurrucén, y estuvo muy digno ante el mansísimo sobrero de El Cortijillo. Nos sorprendió además agradablemente con un Victorino al que supo ver –nosotros no esperábamos nada de ese ejemplar: por eso no somos profesionales y cabe preguntarse cómo osamos juzgar a los que sí lo son- al que creemos que hizo lo mejor de la tarde, aunque la poca entidad del rival (una sardina) enfriara mucho el ánimo a los aficionados que todavía no nos conformamos con cualquier cosa.

Del capote mejor no hablar. No cabe recordar ningún lance. Solo intentó dos amagos de quites, ambos por chicuelitas.

No estuvo el torero, en el ruedo, a la altura del gesto que había hecho el hombre en los despachos.

Otra contradicción fue el carácter de concurso de la corrida. No hubo tal. Para hablar de concurso hay que dar igualdad de oportunidades. Y la forma de administrar el castigo a los cornúpetas fue de lo más variada. Por alguna razón a muchos toros no se les picó, por más que fueran tres veces al caballo. ¿Vale lo mismo la repetición en las arrancadas del ejemplar de La Quinta, al que le sacaron apenas para un análisis, que la de el Alcurrucén al que le dieron más que al resto junto? Luego los exquisitos del jurado le negaron el premio a este último porque llegó cansado a la muleta. Como para no estarlo.

Tampoco la presencia de la sardina de Santurce que Victorino compró por la mañana en Mercabilbao y que sorprendentemente pasó el reconocimiento permite hablar de un concurso de ganaderías, por mucho que “sirviera” en la muleta. Ese debió competir en uno de pescaderías. Tampoco el inválido Torrealta contribuyó al concurso. Muy despistado sobre su cometido debe andar el presidente de la plaza cuando se esforzó tanto por no tener que devolver al pobre tullido. Al final fue el propio animal el que tuvo que obligarle, ya que era obvio que iba a tener que elegir entre la devolución y tener que acabar apuntillándolo antes de entrar a matar. Afortunadamente, se decidió por evitarnos el bochorno. Muy tardo ese pañuelo verde, Sr. Presidente. Añadió cabreos y retrasos innecesarios a una tarde ya de por sí bastante deslucida.

Sobre el ejemplar de La Quinta me abstengo. Sí: fue muy pequeño. Pero confieso mi ignorancia: en este encaste no se cuando termina lo admisible por su tipo y empieza lo inadmisible por escaso. Y como el toro, o torito, estaba muy bien hecho, era muy armonioso, tenía buenos pitones, y resulto excepcional en la muleta, me resisto a ponerle en la picota. Dejo el tema para quienes saben más que yo sobre los tipos de cada encaste.

Los fallos del jurado acabaron de poner una chispa de humor a la tarde. Se ninguneó al único toro al que se picó de verdad. Y se declaró desierto el premio al mejor picador. Ninguno de los tercios fue perfecto, es cierto; pero el desaire a los subalternos, unido a los pocos méritos con los que dio el otro premio, nos huele a un cierto clasismo: sale más barato hacerse los exquisitos con los humildes picadores que con los encorbatados ganaderos. A mí me gustó el que picó al Victorino.

Fue una tarde fallida, en la que nada fue lo que se esperaba. Ni el mal tiempo, ni el escaso público, ni la actitud y la aptitud de Fandiño, ni algunas ganaderías, ni el Presidente … Cuesta trabajo pensar en algo que estuviera a la altura de le efemérides que se celebraba.

Aunque ya he hablado bastante del torero, no me resisto a volver sobre él.

Digámoslo: Fandiño es un torero limitado. Pero tiene una gran virtud: es valiente y sabe torear “de verdad”. Y en un momento en el que las figuras parece que han renunciado al cite con la “pata p´alante” en un momento determinado tuvo la virtud de convertirse en el banderín de enganche de un sector de la afición que añora ese estilo clásico de toreo. De ahí sus triunfos, si no rotundos sí continuados, en Las Ventas. Y de ahí su entrada el año pasado en el circuito de las ferias.

Era la ocasión de demostrar si de la repetición podía venir el dominio y este año asistíamos a su despegue definitivo. Tal vez él también lo veía así y por eso quiso forzar una respuesta rápida a esa cuestión con el reto de ayer. En medio, y a modo de preámbulo, un esperanzador comienzo en Sevilla y una cierta decepción en su paso por Madrid, pero sin perder cartel todavía. El punto de inflexión era ayer, y Fandiño, ya lo hemos dicho, no respondió. ¿Hacia dónde irá Fandiño ahora? Ya lo veremos. Pero este torero corre el riesgo de estancarse. Para evitarlo le sugeriría que repasara cual de sus registros le ha encumbrado y cuales le han hecho decepcionar. Y que obre en consecuencia. En el escalafón hay hueco para un torero “diferente”, pero no para una copia de las “figuras”  sin la técnica de algunas de ellas ni el sentido de la plástica de otras.

Lucio Quincio Cincinato. Aficionado y abonado de la plaza de toros de Bilbao.



1 comentarios:

Cincinato dijo...

Es curioso.

El jurado de la corrida estaba formada por seis personas: tres de la Junta Administrativa y tres del Club Cocherito.

En caso de empate decidía el voto de calidad de un representante de la Junta, que hacía de prsidente del jurado.

Pues bien: el Club Cocherito ha comunicsdo a sus socios, ante el estupor causado pro el premio al ejemplar de Torresptrella, que sus tres representantes en el jurado votaron para que el premio se declarar desierto. Y que los tres de la Junta votaron al Torrestrella, decidiendo el citado voto de calidad.

Me resulta curiosa esta unanimidad simétrica. Y que el Club se haya sentido obñigado a hacer público el voto de los jurados también.

Huele a chamusquina.

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