Debatiendo estos días sobre la ejecución de las suertes del toreo (
ver comentarios), diversos aficionados han expuesto sus pareceres en relación a su concepto de cómo se deben, o al menos, cómo se deben intentar ejecutar las diferente suertes.
La suerte de matar ha sido la más controvertida por la disparidad de pareceres entre los aficionados.
Muchas han sido las consideraciones y factores que han salido a relucir. La colocación de la muleta, dónde situar la pierna para cargar la suerte, lugar donde debe terminar el muletazo, la importancia de cada mano a la hora de matar... el debate ha sido rico en argumentos y de gran interés para el aficionado, al menos para el que firma. Sin embargo, muchas veces hemos dejado de lado, yo el primero, al gran implicado en todo esto junto con el matador, el toro. Si, el toro. Su comportamiento, su morfología, su encaste, su edad, su época, su estado... Creo que todos estamos de acuerdo en que no a todos los toros se les puede ejecutar las suertes de manera idéntica. Se cae de cajón. Ello exige un análisis de su condición para adecuar los mecanismos de manera que optimicen artísticamente y valoricen la suerte.
Estamos en una época donde los toros parecen salidos de una cadena de montaje con control de calidad. El anterior se parece mucho a este, y éste al siguiente. Trazabilidad en la cabaña brava. Desviaciones de producción bovina inapreciables. Aún teniendo en cuenta este panorama desalentador respecto a la variedad de encastes y comportamiento animal, afortunadamente de vez cuando vemos salir por chiqueros a algún patito feo que se diferencia de sus parientes de dehesa.
En relación a este aspecto, las escuelas taurinas no ayudan. Imagínense que los estudiantes que estos dias se examinan de la nueva selectividad ya tuvieran la respuesta del comentario de texto de Lengua escrita previamente antes de leer lo que dice el texto en cuestión. Sería impensable.
Si trasladamos estas necesidades de interpretar las aptitudes y actitudes del enemigo que se tiene en frente a un horizonte temporal o histórico, es indudable que el toro ha cambiado todas sus aristas a lo largo de la historia de la tauromaquia como lo ha hecho paralelamente la sociedad. Parece evidente que, aunque sirva de marco consultivo, los cánones de hace más de un siglo, incluso los de hace apenas unas décadas no sirven para trazar los modelos preceptivos que regulen cuán de bien se ejecuta tal o cual suerte. Comportamientos del toro aparte, la cuestión morfológica o de báscula también son parámetros que deben entrar en consideración entre los factores que intervienen en la ejecución de la suerte. El toro actual es el más grande de la historia. Motivos habrá para tal situación pero la realidad dice que es un hecho contrastable. A veces lo físico interpone barreras con contravienen con la esencia o la tradición de algo. También debe tenerse en cuenta este extremo.
El toreo es irracional, no valen los patrones matemáticos sino el análisis desde las entrañas. Ni cualquier época pasada fue mejor, ni el futuro tiene que ser obligatoriamente un periodo de sombras.
FOTOS: Uceda Leal (Blog de Manon) y Juanito Belmonte
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